martes, 25 de mayo de 2010
El romanticismo llegó a las canchas
Siempre me atormentó la manera que tenían los futbolistas de celebrar un tanto: aquella montaña de hombres, unos sobre otros y todos sobre el goleador... Más de una vez mi imaginación me llevó a pensar que aquel pobre héroe -sí, porque alguien a quien le caigan encima más de seis compañeros de 80 kilos cada uno, en promedio, no puede sino ser considerado un pobre hombre- no saldría vivo de allá abajo. Mi respiración se contenía hasta que lo veía de nuevo detrás del balón. En fin, gracias a Dios, eso al parecer ya cambió.
Ahora hay diferentes maneras de festejar: algunos dan muestra de ser mejores gimnastas que Nadia Comaneci; hay quien baila, también el que se quita la camisa para que se pueda leer en su franela una dedicatoria y otros para que las integrantes del reino femenino podamos disfrutar de unos cuerpos realmente envidiables. Es decir, hay para todos los gustos.
Pero la celebración de gol que me hace pensar que no habrá más actos rudos sobre el campo es la que ocurrió ante miles de espectadores el mes pasado, durante un partido del Manchester. Paul Scholes fue el protagonista de un partido al marcar el tanto de la victoria, pero la controversia se encendió cuando su compañero Gary Neville no perdió oportunidad y lo besó. ¿Será que el mundo está cambiando?
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